El futbolista venezolano Yeferson Solteldo llega a un nuevo club mexicano los Tigres dónde ha tenido una buena adaptación.

A veces nos cuenta conseguir nuestro verdadero lugar, aunque tal disyuntiva ya la ha resuelto Yeferson Soteldo. Luego de llegar al Santos y gustar a la gente del equipo del puerto de Sao Paulo, los vaivenes de su vida privada le impidieron dar el gran salto al fútbol europeo.
Cansados de su excusas, de sus justificaciones, fue negociado al Toronto. Pero la atmósfera canadiense no le sentó bien, nunca ni su cuerpo ni su mente se adaptaron al clima glacial de la ciudad cosmopolita, a su inglés y a su francés, a sus costumbres europeas, a su inmensidad.
Y el muchacho, sintiendo las diferencias entre sus puntos de partida en la calurosa Acarigua y el norte del continente, quedó fue del plantel del equipo que lo había llevado por una considerable cantidad de dinero y con la responsabilidad de convertirlo en la figura de jugador-franquicia. No pudo ser, no hubo felling, y en una negociación aun no aclarada fue a tener al fútbol de México…
Y México parece haber sido, como en el decir popular, “lindo y querido” para Yeferson Soteldo, en un país al que le cuesta aceptar a los venidos de afuera.
En su ya cercana madurez futbolística, cercano a cumplir veinticinco años de edad, el atacante venezolano ha conseguido, como decíamos al comienzo de la columna, su lugar en el. Yeferson Solteldo llegó hace unos días a Tigres, un club de fuste en la liga de aztecas y toltecas, y ahí ha sido elogiado por el técnico Miguel Herrera.
Y fíjense el contraste, qué curioso el enfrentamiento de ideas. El ser futbolista de Soteldo, regateador, bromista y constructor de túneles es la antítesis del jugador mexicano, menos habilidoso e improvisador que Yeferson, pero muy dado a integrar sin objeciones rígidos esquemas tácticos…
A Yeferson Soteldo se le abre en México un abanico en colores con los Tigres y pronto podrá exclamar, “como México no hay dos”. Allá, con sus destrezas, sus dribblings y sus pequeñas locuras en la cancha del estadio Universitario de Nuevo León, ciudad sede del equipo, podrá seguir las huellas del francés André-Pierre Gignac, ídolo de la multitudinaria afición del equipo siete veces campeón del país.
El pequeño Yeferson, pues, se unirá a Fernando “colorao” Aristeguieta como los venezolanos en el fútbol de México, tal vez abriendo caminos a una realidad que no ha sido generosa en la contratación de criollos; solo quince han pasado por los gramados de una liga ya consolidada y que tiene una bien ganada reputación de ser, junto a la brasilera, la que en América Latuna ha logrado.